A la búsqueda de vidas pasadas
Krishna: Los dos, tú y yo hemos
pasado por múltiples nacimientos,
Oh, Arjuna, los míos me son todos
conocidos,
pero tú no conoces los tuyos.
pasado por múltiples nacimientos,
Oh, Arjuna, los míos me son todos
conocidos,
pero tú no conoces los tuyos.
Bhagavad Gita (1 VI 5)
Aprendemos ahora que estas ideas son viejas como el mundo, y que se nos había tenido apartados de ellas. En occidente la puerta fue cerrada – o mejor dicho, clausurada – en el siglo VI en Constantinopla: Quienquiera que afirme la fabulosa pre-existencia de las almas, la monstruosa restauración (apocatastasis) que él asegura que sea anatema!
Han aparecido publicadas, en especial en Estados Unidos, antologías muy completas sobre la reencarnación a través del tiempo en las diferentes culturas. Al leerlas, uno se pregunta quién – fuera de
la ortodoxia de las iglesias de occidente – no ha pensado seriamente o creído resueltamente en la reencarnación?. Sin duda es tranquilizador saber que muchos de nuestros mayores, gente ilustre y respetada, han participado del mismo interés por esta idea. La lista es demasiado larga para detallar sus nombres. Pero después de todo, hombres igualmente ilustres no han creído en ella. Y el santo Tomás apóstol que duerme en cada uno de nosotros se despierta de súbito en nuestros días: la autoridad del pasado, la opinión de los otros, ya no puede contentarnos. Queremos pruebas, aquí y ahora, pues la reencarnación nos crea un problema.
Singular exigencia. En el fondo no es esperar lo imposible? Ser capaz un día de ver el alma de un anciano pariente dejar su cuerpo, como se abandona un traje demasiado usado, para acompañarlo en seguida en las peripecias de su itinerario postmortem y finalmente saludar su retorno en el cuerpo de un recién nacido, sin jamás perderlo de vista ni romper el diálogo?. Puede ser que un día la ciencia haga el milagro con instrumentos ultra-sensibles…
Uno se sorprende esperándolo todo de la ciencia. Pero, por el momento, no hay detector más sensible que el hombre mismo. Así, para probarnos experimentalmente la reencarnación y recuperar el recuerdo de nuestras vidas anteriores, no tenemos otra salida que ponernos a la escucha de nuestra memoria lejana, ensayando sumergirnos al fondo de nuestro inconsciente o pidiéndole a un buzo más experimentado hacerlo en nuestro lugar y, eventualmente, acompañarnos en la aventura. Tranquilicémonos, la empresa no está condenada al fracaso, si se cree a ciertos buscadores. Estamos lejos del siglo XIX donde los círculos espiritistas pretendían tener contacto con los difuntos, a través de un medium. Hoy existen técnicas que permiten poner pie sobre las riberas olvidadas. Eso es al menos lo que afirman los expertos en exploración del pasado.
Una palabra antes de empezar nuestro recorrido: no se trata de charlatanes sino de hombres y mujeres sinceros, que generalmente han consagrado una cantidad considerable de energías a reencontrar y recorrer las vías de las que hablan. A menudo, sus móviles aparecen, con toda evidencia, nobles y generosos. En conjunto, esto merece nuestra atención y nuestra buena voluntad, sin obligarnos, desde luego, a sacrificar todo sentido crítico.
Un pionero de la exploración sistemática:
Edgar Cayce (1877 – 1945):
En una vida anterior, usted fue soldado sudista durante la guerra de Secesión. Su nombre era Seasy y vivía en Henrico County (Virginia). Si usted lo desea, puede encontrar trazas oficiales de esta existencia.
El hombre que pronunciaba estas palabras estaba tendido sobre un diván, los ojos cerrados, en estado de trance autohipnótico. Su nombre: Edgar Cayce.
Era una de las 2.500 lecturas de vida (life-readings) hechas por este hijo de un granjero de Kentucky, a quien nada parecía destinar a la notoriedad, hasta el día en que se descubrió, un poco por azar, un poder psíquico extraordinario. Colocado bajo hipnosis, Cayce podía ponerse en relación con un enfermo, diagnosticar su mal con precisión y prescribir una terapia eficaz. Los éxitos fueron innumerables. Con algunos fracasos, como es la regla en parapsicología, aun con los sujetos mejor dotados.
Fue a pedido de un cierto Arthur Lammers, en un día de octubre de 1923, que el ojo interior de Cayce fue encargado de escrutar no un cuerpo sino de hacer un horóscopo. Entendamos: establecer relaciones entre el cosmos y un ser viviente. La respuesta llegó en frases breves, impersonales; después vinieron estas palabras: En otra vida fue monje.
La puerta se abría de manera inesperada sobre un nuevo tipo de investigación, donde Cayce podría -conforme a un voto de su infancia- ayudar a sus semejantes, ya no solamente aliviando sus sufrimientos físicos, sino además ayudándoles a comprender el sentido de su vida y a encontrar una mejor fortuna.
Es necesario decir que en estas lecturas de vida no se desplegaban secuencias fantásticas donde el protagonista era un Faraón o Carlomagno. El rey y el villano se encontraban con una frecuencia razonable. Había una constante de relación lógica entre las vidas anteriores y la situación presente. El encadenamiento kármico aparecía con gran claridad. La persona encontraba sus explicaciones: uno no puede burlarse de Dios, lo que el hombre sembrare, eso cosechará. Por otra parte, en su estado de hipnosis, Cayce no dejaba de acompañar sus declaraciones con citas bíblicas e incitaba a comprender en profundidad y a enmendarse. A menudo la curación prometida estaba subordinada a un cambio de orientación mental, a una apertura al amor hacia los otros.
Hay que precisar que Cayce no esperaba ninguna retribución por el ejercicio (agotador) de su don; su gratificación era la de ayudar a sus semejantes.
Este hombre modesto, prodigio a pesar suyo, educado en la fe cristiana, no adoptó tan fácilmente la idea de la reencarnación al despertar de sus trances. Ayudado por Lammers muy instruido en la filosofía oriental, terminó por comprender que nada en las palabras del Cristo le prohibía acoger esta doctrina, Bien que nueva para él, ella le conservaba al hombre toda su dignidad y no lo alejaba de la búsqueda interior de lo divino. Cayce llegó a realizar un feliz matrimonio entre su fe y las ideas orientales. Para él, hacer una lectura de vida consistía en ponerse en relación con una especie de memoria central de la naturaleza, los famosos anales akásicos (akashic records).
La idea no era nueva. En el siglo XIX, Eliphas Levi había hablado de la luz astral sobre la cual Madame Blavatsky había dado numerosas precisiones en su libro lsis sin Velos (1877) y en sus obras posteriores. Esta misteriosa luz era descrita como una especie de éter, el akasha de los Hindúes. Semejando un aura que envuelve a la tierra, tenía el poder de guardar la traza indeleble de todo advenimiento, todo pensamiento, deseo o acción de los habitantes de nuestro globo. Otro teósofo, W. Q. Judge, describió esta aura -en suma, la psiquis de la tierra- como el equivalente de un hipnotizador invisible de quien los hombres soportan la sugestión inconscientemente.
Los escépticos se burlaron, René Guenón entre ellos. Es preciso creer, sin embargo, que estas teorías expresan verdades indispensables porque ellas se reencarnan, de incógnito, en el pensamiento moderno. Supe, por ejemplo, con gran satisfacción, que un académico soviético, Viadimir Vernadski, a continuación de investigaciones estrictamente científicas de tipo multidisciplinario, concluyó un día en el descubrimiento de una especie de psicósfera, un enorme halo nutrido de las vibraciones psíquicas emitidas por todos los seres vivientes; una capa de energía psíquica envolviendo el globo terrestre y conteniendo el conjunto del saber humano desde el comienzo de la historia hasta nuestros días. He aquí entonces los anales akásicos promovidos al rango de verdaderos bajo el nombre de psicósfera. Constatamos con placer que los científicos modernos acojan voluntariamente la idea de una conservación total de la historia cósmica. Flujos de neutrinos, ondas, electrones vienen en ayuda para hacer este trabajo de archiveros y realizar el viejo sueño de Flammarión.
Hacemos notar que estas ideas fueron enunciadas espontáneamente por Cayce en estado de trance. Lo que prueba, sin duda, una transferencia de información entre la esfera psíquica de Lammers – que conocía bien estas ideas – y la suya, por un efecto de sugestión inconsciente.
No dejemos pasar el hecho de que las revelaciones sobre vidas anteriores susceptibles de ser verificadas, lo fueron efectivamente. El ex soldado sudista encontró en los archivos del Estado de Virginia la prueba indiscutible de que Cayce había dicho la verdad.
Es obvio que un crítico severo podría objetar a este respecto que no hay necesidad de anales akásicos, puesto que existen buenos viejos archivos conservando, negro sobre blanco, la historia de eventos pasados. La percepción extrasensorial a distancia está suficientemente comprobada para que se la use como elemento explicatorio. Aun si toda traza material hubiera desaparecido, bastaría que una persona viviente guardara algunos recuerdos para que un sujeto telépata pudiera recolectarlos de esa memoria y restituirlos, embelleciéndolos si es necesario. Un parapsicólogo nunca está corto de argumentos.
Por su aspecto maravilloso, el caso Cayce ha fascinado a mucha gente y suscitado vocaciones no siempre brillantes. No sólo en Estados Unidos, uno puede tener un life-reading por unos pocos dólares.
Una psicoterapia de vanguardia.
Si ya hemos vivido, por qué no lo recordamos? Objeción valedera para muchos, pero sin fundamento para otros. No es raro – nos dirán – que los niños pequeños tengan recuerdos; que los sueños nos traigan imágenes que sugieren la reencarnación; que ciertas pesadillas recurrentes transporten al soñador a un escenario que no tiene nada que ver con el presente.
Se conocen las investigaciones del Profesor Stevenson referentes a niños que recuerdan y los trabajos del Dr. Guirdham quien, en una cura psiquiátrica, ayudó a una paciente a recuperar la historia completa de un grupo de Cátaros que vivía en Languedoc en el siglo XIII, con pruebas históricas que lo certificaron.
Las incursiones de nuestra memoria lejana en nuestra trama psíquica actual serían entonces mucho más frecuentes de lo que creemos. Existe un número creciente de psicoterapeutas que se inclinan a creer que en ciertos pacientes el origen de sus neurosis o psicosis hay que buscarlo en vidas anteriores. Es el caso del Dr. Denys Kelsey,
Este médico, psiquiatra ortodoxo, descubrió un poco por azar los beneficios terapéuticos de la hipnosis sobre un enfermo angustiado. Practicando la regresión hipnótica hasta la infancia, obtuvo resultados muy satisfactorios. Pasando más atrás del nacimiento y llegando aparentemente hasta la concepción, se convenció un buen día que la reencarnación era una realidad.
Más tarde se casó con Joan Grant, muy conocida del público inglés por sus libros sensacionales relatando sus vidas anteriores, que ella no cesaba de descubrir, año tras año, gracias a un don de visión sorprendente. La asociación del médico hipnotizador y de la clarividente hizo maravillas. Se encuentra en ellos, como en Cayce, un deseo real de aliviar y ayudar en profundidad a aquellos que la ciencia clásica abandona a su mal. Es posible que, por sí solo, este deseo hiciera la mitad de la curación. La exploración
de la vida pasada hacía el resto. El enfermo sale de su neurosis, retorna su confianza en la vida y se acepta tal como es y tal como ha sido en el pasado.
Un hombre ha sido arrancado a la angustia, no es eso lo esencial? Es indispensable tener una creencia inquebrantable en la reencarnación para emprender ese tipo de terapia? Es posible que no. Ciertos enfermos son refractarios al análisis corriente por qué no hablarles de la teoría de que ciertos traumatismos remontan a un pasado lejano y regresan desde el fondo de las edades, como un recuerdo ancestral, ayudando así a los pacientes a que dejen emerger en su consciencia incidentes que una censura tenaz había rechazado? Honestamente, el facultativo dirá: Puede que sea cierto o no. Lo ignoro, pero si usted desea explorar esta posibilidad más a fondo, estoy presto a ayudarlo. Cree que valdría la pena que hicieramos el intento?
En relación a la hipnosis, es necesario precisar que está lejos de haber acuerdo entre los maestros de esta técnica sobre la posibilidad de hacer realmente resurgir vidas anteriores, aun en trance sonambulístico, con mayor razón, en estado hipnoide poco profundo (estado crepuscular). Hay que hacer notar que el profesor Stevenson ha renunciado por entero a emplear este medio en la profundización de sus investigaciones.
Una herencia de la India, la técnica del Iying.
En dos de sus libros, Denise Desjardins describe en detalle una técnica inédita de regresión hacia el pasado lejano aprendida de su gurú indio. Es la tentativa de remontar conscientemente los recuerdos, en posición tendida en presencia de un gurú, o de un guía atento y de buena voluntad, que haya hecho la experiencia de ese tipo de exploración.
Hay una extraña similitud en el trayecto recorrido por el lying y las técnicas sofrológicas que conducen a un cambio del estado de consciencia. No es hipnosis, pero manifiestamente se pasa a un estado donde la persona deja de ser ella misma, pero donde explora con gran lucidez sus registros secretos de sensaciones, emociones, deseos y odios. Este estado llega a veces hasta el delirio y al borde de la locura. Es de temblar sinceramente por el guía y por el sujeto, si son sobrepasados por los acontecimientos.
En la sofrología, como en toda buena psicoterapia, se comienza por explorar la infancia, En ese estado particular en el que cae el paciente, la regresión permite dejar emerger hechos completamente olvidados de la primerísima infancia, aun del nacimiento, tal como en la hipnosis. Si la regresión remonta, por ejemplo, a los seis años, un sujeto en estado sofrónico revive los acontecimientos y los interpreta desde el punto de vista de un adulto reaccionando exactamente como él se imagina haberse comportado a la edad de seis años. Igual ocurre en los lyings: se ve adultos acurrucados en postura fetal, o transformados en recién nacidos, describir situaciones dolorosas con mentalidad de adultos y palabras de adultos, aun si se lamentan con voz infantil. Si el lactante efectivamente ha sufrido una carencia a ese momento, no es seguro que las cosas hayan tomado las proporciones dramáticas que les adjudica el adulto en su condición hipersensible. Esta pasada por lo vivido en la infancia no refleja por fuerza una realidad existencial. En todo caso, va seguramente a condicionar la continuación de los “lyings”.
El recién nacido y el lactante recuerdan su vida pasada, nos dice Denise. Revivir el nacimiento reactiva las impresiones de vidas anteriores. Se debe entonces esperar la aparición de imágenes de la memoria lejana. Y de hecho, llegan. Pero son sobre todo los recuerdos más dolorosos, aquellos que han marcado el alma
con hierro al rojo vivo. Las pequeñas alegrías no entran de la mano en la habitación del Iying. A veces se oyen desde lejos los aullidos desgarradores que allí se exhalan.
Entre los devotos de la técnica hindú, alrededor de la mitad han revivido su nacimiento y recordado vidas pasadas. El método se demostraría eficaz para recuperar esa memoria o – al menos – para vivir experiencias que aparentan no tener ninguna relación con la existencia actual. Estas experiencias están marcadas con el sello de la autenticidad, el sujeto que gime o que descarga su odio asesinando… un cojin, no está fingiendo. Está plenamente involucrado en un drama real para él. No podría dudarse, es demasiado intensa su emoción.
Cómo interpretar estos fenómenos, es decir, estas apariencias ? Son escenas de vidas pasadas o cine fabricado por los poderes de la imaginación sobre un subconsciente excitado por imágenes traumatizantes? Quién podría responder?. Existen ejemplos dudosos producidos por la hipnosis que nos invitan a una estricta prudencia. Hay una analogía evidente entre los lyings y las sesiones de hipnoterapia del Dr. Kelsey. En ambos casos hay condicionamiento, influencia del guía, preguntas capciosas que llevan implícita la respuesta que permitirá desenredar el hilo de la historia, comentarios sobre lo aparecido en las sesiones en términos de reencarnación. En ambas técnicas los dramas vividos desempeñan un rol de catarsis y, curiosamente, ambas producen un notable enfriamiento del cuerpo físico.
Que no se me interprete mal, no pretendo negar ni afirmar, sólo me hago preguntas. Si alguien sufre de uno de esos complejos catalogados por los analistas (Edipo, castración, fracaso, etc.), y se siente frustrado, impotente, rechazado por los otros, posiblemente a causa de tempranos traumatismos sufridos en esta vida, no podría ocurrir que se fabricara un psicodrama dónde expiar algún pecado inconfesable u olvidado, por medio de un sufrimiento proyectado en la inaccesibilidad de una vida pasada, para emerger por fin justificado y purificado?
Si se examina todo esto – con un ojo profano, es cierto, pero un ojo objetivo – se constata que las explicaciones proporcionadas por quienes emplean estas técnicas pueden muy bien darse vuelta como un dedo de guante. Si el presente doloroso se explica por el pasado anterior, también podría decirse que este presente es el origen evidente de un pasado fabuloso. Aquí y allá las vidas anteriores resurgen providencialmente para permitir vengarse con frenesí del padre abusivo, para matar a la madre cruel, masacrar al agresor asesino o estrangular a la mujer inalcanzable.
Nuestros puntos de vista sobre la reencarnación son todavía muy vagos y cuestionan en profundidad nuestro conocimiento del ser humano. Según la técnica que se emplee, el desfile de las existencias aparece, ya sea como una repetición – el pasado viene a penarle al presente – de situaciones dolorosas que se repiten obstinadamente, o, al contrario, como un encadenamiento armonioso que corrige sin cesar la trayectoria de la entidad viviente en su órbita actual, como nos sugieren las lecturas de Cayce. Esta flagrante diferencia debería hacernos reflexionar.
Hay realmente una única explicación a todo esto? Psicología? Parapsicología? Reencarnación de una verdadera entidad inmortal? Las hipótesis más simples puede ser que no sean verdaderas en su simplicidad. No ha sido sino al final de una larga gestación de ideas que un fenómeno tan banal como la luz ha podido ser explicado, después del enfrentamento entre dos hipótesis simples, pero a primera vista irreductibles,
La prueba experimental de la reencarnación no es para mañana. Pero el asunto es demasiado serio y nos toca demasiado de cerca, para tratarlo a la ligera, para que nos demos el lujo de menospreciar hechos que podrían aportarnos las evidencias necesarias para consolidar una cierta imagen de la verdad. Lo que está claro es que, hasta ahora, la naturaleza nos ha cortado el acceso a la memoria lejana. Es posible que no
sea razonable forzar el ingreso por vías artificiales. Porque, si hemos vivido ya miles de vidas, podríamos soportar su irrupción brutal en el campo de la consciencia de vigilia si por desdicha -como aprendices de hechiceros – descerrajamos la puerta que las retiene prisioneras?.
Los Sabios del Oriente que han enseñado la reencarnación han dado también la receta para reencontrar las existencias anteriores: es la rigurosa disciplina del monje budista, el sendero del Yoga de Patanjali. Querríamos quemar las etapas?. En los Yoga Sutras se lee que el conocimiento de las vidas pasadas sobreviene cuando el yogui concentra su ojo interior sobre las impresiones que revienen a su mente. Algo me dice que estas palabras no se dirigen al recién llegado, tropezando en el sendero de la Sabiduría, sino
al asceta, maestro de sí mismo, liberado de las angustias que a nosotros nos asaltan, y conservando una medida de equilibrio, aun en el más grande dolor.
Y tengo el sentimiento que si una consciencia humana, desapegada de la flota de emociones, es capaz de elevarse por su voluntad hacia su núcleo íntimo -donde se asimila, vida tras vida, la esencia de cada experiencia – para leer allí el mensaje de todo un pasado integrado, una tal meditación no se puede hacer sino en postura vertical. Al menos simbólicamente.
Esperando la gran revisión susceptible de proporcionar la prueba final de las reencarnación, podría ser, después de todo, que es necesario aprender a tenerse de pie?.
Sigue la Vía, aunque sea débilmente y perdido entre la multitud, como lo hace la estrella de la tarde con los que ven su camino en la oscuridad. Ilumina y reconforta al peregrino que se esfuerza y hazle escuchar
la Ley.
Díle, oh, Aspirante, que la verdadera devoción puede volverle a traer el conocimiento, ese conocimiento
que fue suyo en sus vidas anteriores. La vista del deva y el oído del deva no pueden obtenerse en una sola corta existencia.
Juan Luis Siemons
Traducido y extractado por Carmen Bustos deQuestion de, N 36
Editions Retz.
París.
Comentarios
Publicar un comentario