¿Problemas para dormir a los niños?

¿Tus hijos tienen problemas para dormir? Te decimos cómo evitarlo
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¿Problemas para dormir a los niños?
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Por Rosa Barocio

“La hora de acostar a mis hijos es un jaleo, una eterna lucha y siempre acabo disgustada”. Ésta parece ser una queja muy común entre los padres de hoy en día; sin embargo, este problema era poco común hace algunas décadas.
Cuando los niños tienen dificultades para quedarse dormidos o irse a acostar, lo primero que pregunto a los padres es si tienen una rutina para acostarlos. ¿Rutina? Me contestan sorprendidos. Sí, rutina. Es decir, ¿se acuestan todos los días aproximadamente a la misma hora? O un día es a las 8:30, otro a las 9:30 y otro a las 11:00 porque se les hizo tarde o porque llegó el tío de visita. Cuando la hora de dormir cambia todos los días o dejamos que el niño decida a qué hora se acuesta, es natural que tengan dificultades.

El cuerpo se acostumbra a un ritmo para dormir y despertar, y cuando éste se modifica constantemente hay un descontrol.


Niño que no está descansado, niño que está malhumorado e irritable. Incluso, muchos pequeños etiquetados de difíciles y groseros, lo único que tienen es estrés por falta de una rutina.
Los padres de antaño eran muy buenos para cuidar el bienestar de sus hijos, sabían de manera instintiva que el niño necesita de rutinas inalterables para estar bien comido y descansado. Por eso es que día con día seguían el mismo ritual para acostarlos, es decir, a una misma hora empezaban a darles de cenar, los bañaban y una vez acostados les contaban un cuento, rezaban y se despedían. Todo en un ambiente de calma y tranquilidad. Cuando los padres se toman el tiempo para estar con el niño, sin interrupciones y sin prisa, su presencia ayuda al niño a sentirse seguro y protegido, entonces se relaja y le facilitamos la transición hacia el mundo de los sueños. Cuando tratamos al niño de esta manera, su sueño es verdaderamente reparador.
Pensemos en la diferencia que hay cuando un niño cena cereal con azúcar, con su leche de chocolate y pan dulce, frente al televisor viendo sus caricaturas favoritas. Y cuando la madre le dice que es hora de dormir, el niño responde que no está cansado. Pero, ¿cómo va a estar cansado si le acabamos de dar una inyección de energía con tanta azúcar y su programa de televisión? ¡Es un milagro que no esté trepando por las paredes! Entonces la madre, mientras habla por el celular, le empieza a gritar que se ponga el pijama, hasta que termina acostándolo a empujones y regañadientes. Ese niño molesto, enojado o temeroso no puede dormirse. Y empieza el éxodo a la cama de los padres.
No todo lo que hacían las generaciones anteriores en cuanto a educación era bueno o recomendable, pero sí hay aspectos positivos que vale la pena rescatar. Y uno muy importante es el de las rutinas para comer y dormir.


Las rutinas crean una estructura que evita enfrentamientos y dificultades con los hijos, como una red que sostiene al niño y le ofrece seguridad, pues sabe qué esperar.


Recuerdo que cuando uno de mis hijos tomaba clases de violín le pregunté a su maestra japonesa qué recomendación me podía hacer en cuanto a su práctica y me respondió: “Tiene que ensayar todos los días a la misma hora, sin excepciones, para que su práctica se convierte en un hábito”. Es decir, ya no hay que pelear, el cuerpo a la misma hora se dirige a buscar el violín para empezar a ensayar.
Así que si quiere dejar de pelear con sus hijos, establezca rutinas que se conviertan en hábitos. Le costará varias semanas implementarlas, pero después puede relajarse porque una vez creado un hábito, éste opera en automático.

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