“Cuando quiero algo me lo pido a mí misma”
“Cuando quiero algo me lo pido a mí misma”
“Cuando quiero algo me lo pido a mí misma”
La Abuela Margarita, curandera y guardiana de
la tradición maya, se crió con su bisabuela, que era curandera y
milagrera. Practica y conoce los círculos de danza del sol, de la
tierra, de la luna, y la búsqueda de visión. Pertenece al consejo de
ancianos indígenas y se dedica a sembrar salud y conocimiento a cambio
de la alegría que le produce hacerlo, porque para sustentarse sigue
cultivando la tierra. Cuando viaja en avión y las azafatas le dan un
nuevo vaso de plástico, ella se aferra al primero: ‘No joven, que esto
va a parar a la Madre Tierra’. Rezuma sabiduría y poder, es algo que se
percibe con nitidez. Sus rituales, como gritarle a la tierra el nombre
del recién nacido para que reconozca y proteja su fruto, son explosiones
de energía que hace bien al que lo presencia; y cuando te mira a los
ojos y te dice que somos sagrados, algo profundo se agita.
Ella nos dice: ‘Tengo 71 años. Nací en el
campo, en el estado de Jalisco (México), y vivo en la montaña. Soy
viuda, tengo dos hijas y dos nietos de mis hijas, pero tengo miles con
los que he podido aprender el amor sin apego. Nuestro origen es la Madre
Tierra y el Padre Sol. He venido a la Fira de la Terra para recordarles
lo que hay dentro de cada uno.’
-¿Dónde vamos tras esta vida?
-¡Uy hija mía, al disfrute! La muerte no existe. La muerte simplemente es dejar el cuerpo físico, si quieres.
-¿Cómo que si quieres…?
-Te lo puedes llevar. Mi bisabuela era
chichimeca, me crié con ella hasta los 14 años, era una mujer
prodigiosa, una curandera, mágica, milagrosa. Aprendí mucho de ella.
-Ya se la ve a usted sabia, abuela.
-El poder del cosmos, de la tierra y del gran
espíritu está ahí para todos, basta tomarlo. Los curanderos valoramos y
queremos mucho los cuatro elementos (fuego, agua, aire y tierra), los
llamamos abuelos. La cuestión es que estaba una vez en España cuidando
de un fuego, y nos pusimos a charlar.
-¿Con quién?
-Con el fuego. ‘Yo estoy en ti’, me dijo. ‘Ya
lo sé’, respondí. ‘Cuando decidas morir retornarás al espíritu, ¿por
qué no te llevas el cuerpo?’, dijo. ‘¿Cómo lo hago?’, pregunté.
-Interesante conversación.
-’Todo tu cuerpo está lleno de fuego y
también de espíritu -me dijo-, ocupamos el cien por cien dentro de ti.
El aire son tus maneras de pensar y ascienden si eres ligero. De agua
tenemos más del 80%, que son los sentimientos y se evaporan. Y tierra
somos menos del 20%, ¿qué te cuesta cargar con eso?’.
-¿Y para qué quieres el cuerpo?
-Pues para disfrutar, porque mantienes los
cinco sentidos y ya no sufres apegos. Ahora mismo están aquí con
nosotras los espíritus de mi marido y de mi hija.
-Hola.
-El muertito más reciente de mi familia es mi
suegro, que se fue con más de 90 años. Tres meses antes de morir
decidió el día. ‘Si se me olvida -nos dijo-, me lo recuerdan’. Llegó el
día y se lo recordamos. Se bañó, se puso ropa nueva y nos dijo: ‘Ahora
me voy a descansar’. Se tumbó en la cama y murió. Eso mismo le puedo
contar de mi bisabuela, de mis padres, de mis tías…
-Y usted, abuela, ¿cómo quiere morir?
-Como mi maestro Martínez Paredes, un maya
poderoso. Se fue a la montaña: ‘Al anochecer vengan a por mi cuerpo’. Se
le oyó cantar todo el día y cuando fueron a buscarle, la tierra estaba
llena de pisaditas. Así quiero yo morirme, danzando y cantando. ¿Sabe lo
que hizo mi papá?
-¿Qué hizo?
-Una semana antes de morir se fue a recoger
sus pasos. Recorrió los lugares que amaba y a la gente que amaba y se
dio el lujo de despedirse. La muerte no es muerte, es el miedo que
tenemos al cambio. Mi hija me está diciendo: ‘Habla de mí’, así que le
voy a hablar de ella.
-Su hija, ¿también decidió morir?
-Sí. Hay mucha juventud que no puede realizarse, y nadie quiere vivir sin sentido.
-¿Qué merece la pena?
-Cuando miras a los ojos y dejas entrar al
otro en ti y tú entras en el otro y te haces uno. Esa relación de amor
es para siempre, ahí no hay hastío. Debemos entender que somos seres
sagrados, que la Tierra es nuestra Madre y el Sol nuestro Padre. Hasta
hace bien poquito los huicholes no aceptaban escrituras de propiedad de
la tierra. ‘¿Cómo voy a ser propietario de la Madre Tierra?’, decían.
-Aquí la tierra se explota, no se venera.
-¡La felicidad es tan sencilla!, consiste en
respetar lo que somos, y somos tierra, cosmos y gran espíritu. Y cuando
hablamos de la madre tierra, también hablamos de la mujer que debe
ocupar su lugar de educadora.
-¿Cuál es la misión de la mujer?
-Enseñar al hombre a amar. Cuando aprendan,
tendrán otra manera de comportarse con la mujer y con la madre tierra.
Debemos ver nuestro cuerpo como sagrado y saber que el sexo es un acto
sagrado, esa es la manera de que sea dulce y nos llene de sentido. La
vida llega a través de ese acto de amor. Si banalizas eso, ¿qué te
queda? Devolverle el poder sagrado a la sexualidad cambia nuestra
actitud ante la vida. Cuando la mente se une al corazón todo es posible.
Yo quiero decirle algo a todo el mundo…
-¿…?
-Que pueden usar el poder del Gran Espíritu
en el momento que quieran. Cuando entiendes quién eres, tus pensamientos
se hacen realidad. Yo, cuando necesito algo, me lo pido a mí misma. Y
funciona.
-Hay muchos creyentes que ruegan a Dios, y Dios no les concede.
-Porque una cosa es ser limosnero y otra,
ordenarte a ti mismo, saber qué es lo que necesitas. Muchos creyentes se
han vuelto dependientes, y el espíritu es totalmente libre; eso hay que
asumirlo. Nos han enseñado a adorar imágenes en lugar de adorarnos a
nosotros mismos y entre nosotros.
-Mientras no te empaches de ti mismo.
-Debemos utilizar nuestra sombra, ser más
ligeros, afinar las capacidades, entender. Entonces es fácil curar,
tener telepatía y comunicarse con los otros, las plantas, los animales.
Si decides vivir todas tus capacidades para hacer el bien, la vida es
deleite.
-¿Desde cuándo lo sabe?
-Momentos antes de morir mi hija me dijo:
‘Mamá, carga tu sagrada pipa, tienes que compartir tu sabiduría y vas a
viajar mucho. No temas, yo te acompañaré’. Yo vi con mucho asombro como
ella se incorporaba al cosmos. Experimenté que la muerte no existe. El
horizonte se amplió y las percepciones perdieron los límites, por eso
ahora puedo verla y escucharla, ¿lo cree posible?
-Sí.
-Mis antepasados nos dejaron a los abuelos la
custodia del conocimiento: ‘Llegará el día en que se volverá a
compartir en círculos abiertos’. Creo que ese tiempo ha llegado.
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